lunes, 4 de agosto de 2014

PARTICIPACIÓN DE LAS MUJERES POBLANAS DURANTE LA GUERRA DE INTERVENCIÓN FRANCESA

Generalmente se ha considera que la participación de las mujeres en las guerras durante el siglo XIX mexicano, se reduce a no tomar partido por ninguno de los contendientes, se piensan como seres indefensos, neutros, apatrióticos. ¿Pero eso es real? ¿Las mujeres de todas las épocas quieren la paz? ¿Eso pasa en todas las guerras?

            Tomaremos como referencia la participación de las mujeres poblanas durante la guerra de intervención francesa, entre 1862 y 1867. Para ello consideramos que a pesar de la visión que se tiene, ostentaron posturas políticas, y no fueron figuras pasivas, víctimas de la contienda armada; su participación durante la guerra de intervención fue importante en el desarrollo de la misma, de ello se desprende que al igual que los hombres esperaban obtener beneficios, sin embargo fue evidente que después de terminada la guerra, se dio por hecho que las mujeres regresarían a sus puestos anteriores, es decir a la tranquilidad del hogar, no obstante, para muchas mujeres eso no fue así.
            Las autoridades poblanas que durante la guerra de intervención se congregaron bajo la bandera liberal, volvieron a sus posiciones tradicionales, de este modo muchas mujeres fueron forzadas a volver a su puesto anterior a la guerra.
            Sin embargo la participación de las mujeres durante las guerras, según ha observado Cynthia Enloe[1], ha sido desde el frente civil, es decir realizando tareas de apoyo para los militares (hombres) que se encontraban en el campo de batalla, de acuerdo con esta autora esa tarea se les asigna y muchas de ellas se la asignan a sí mismas, más por cuestiones tradicionales que por cuestiones políticas
            Al analizar el tipo de participación de las mujeres poblanas durante la guerra de intervención francesa, se determina la trascendencia de esa colaboración que se realizó básicamente desde el frente civil, muy pocas lo hicieron desde los campos de batalla como soldaderas u ocupando un puesto dentro de la jerarquía militar; en esos casos su presencia se hacía evidente; pero cuando estaban en el frente civil, sus aportes no fueron visibles durante el desarrollo de la guerra, y por lo tanto considerados poco valiosos.
            Las mujeres participaron en la resistencia y esta se dio de distintas formas; algunas no salieron de las ciudades, pero su colaboración fue importante, pues alimentaban, curaban y vestían a los soldados. En otros casos, colaboraron ocultando fugitivos, proporcionándoles medios para su escape, y sacando presos de la cárcel. Muchas de ellas, además, como una muestra de su postura humanitaria, ayudaron a soldados del ejército enemigo.
            Como ha apuntado Florencia Mallón[2] las mujeres del campo también hicieron importantes contribuciones al desarrollo de la guerra; así, las mujeres en la Sierra de Puebla tuvieron que cocinar y hacer tortillas para alimentar a los soldados.
            Todo lo anterior evidencia que las acciones llevadas a cabo por esas mujeres, fue por reales convicciones patrióticas, su compromiso con los ideales de libertad, justicia e igualdad.
            Sin embargo, en la cotidianidad esos conceptos no se aplicaban ni a todas las condiciones ni a todos los estratos de la sociedad, no porque se tuviera una concepción superficial, sino porque los paradigmas imperantes no permitían conceptuar que las mujeres fueran iguales a los hombres, la primer cuestión esgrimida era por las diferencias físicas y biológicas, que, determinaban el carácter, comportamiento, etc., de las mujeres y de los hombres. Tampoco aceptaba que fueron libres, por una concepción todavía más profunda, pues muchas de sus bases se encuentran en el cristianismo.
            Estos aspecto culturales, impidieron que se llevara a cabo el reconocimiento de las acciones propias de su sexo realizadas por las mujeres, en cambio se premiaron los actos de heroísmo, valor, inteligencia, etc.; es decir, de lo que era evidente e incluso equiparable a lo realizado por los hombres, de ello quedaron huellas indelebles. Por supuesto los actos que “tenían” que realizarse, actos cotidianos, como preparar alimentos, zurcir o hacer ropa, curar heridos, cuidar a los hijos. Acciones que por su misma cotidianidad no eran visibles y sus huellas podían ser ocultadas fácilmente, porque pasaron a formar parte de la vida diaria; no fueron recompensados ni reconocidos; en una palabra no obtuvieron ningún beneficio por su participación en la guerra.
            Los estudios sobre la participación de las mujeres durante las guerras, aun están conformándose y no sólo se refieren a aquellas mujeres que llegaron a ocupar alguna jerarquía dentro de la milicia, sino a las mujeres que acompañaban a los hombres como esposas, amantes, compañeras, etc. Y que además de realizar labores que eran propias de su sexo, empuñaban las armas, y colaboraban como correos, señuelos, espías, etc.
           



[1] Enloe, Cynthia. “¿Cómo se militariza una lata de sopa?” en La mujeres y las guerras. El papel de las mujeres en las guerras de la edad antigua a la contemporánea; Icaria Editorial; Barcelona; 2003; p. 365
[2] Mallón, Florencia. Campesino y Nación, la construcción de México y  Perú poscoloniales; CIESAS/El Colegio de San Luis/ El Colegio de Michoacán; México, 2003.

lunes, 30 de junio de 2014

UNA VIDA DEDICADA AL ARTE: MIMI DERBA (1893-1953)

Dentro del cine mexicano, Mimi Derba tiene un lugar muy especial, fue una mujer reservada, pero con mucha personalidad. Su contribución al desarrollo del cine en México fue trascendental, pues su actividad no se ciñó sólo a ser actriz, sino, como se demostrará en este escrito, abarcó otros campos lo que la convirtieron en una mujer excepcional, es decir, dentro de su vida pública fue una mujer prolífica, siempre deseosa de aprender y emprender, y dentro de su vida privada ocupó el lugar de proveedora económica de una familia que por tradición estuvo conformada por mujeres, pues los hombres siempre estuvieron ausentes, ya por muerte, abandono o por ocupar puestos incompatibles con la vida familiar, como el ejército. Para comprender la afirmación anterior, basta con dar a conocer que perdió a su padre cuando era muy joven, y a sus hermanos años después, Jorge murió en 1906 y Carlos sería fusilado en 1915. Se casó con un militar en 1930, pero el matrimonio duró un año, pues trasladaron a Raúl de Alba, su marido fuera de la capital, aparentemente Mimi no lo quiso acompañar pues ello implicaría abandonar su carrera, a lo que no estaba dispuesta. Anuló su matrimonio, antes de que Raúl apareciera demente en la sierra de Puebla, después de desertar del ejército y desaparecer por años.
Al parecer, a pesar de vivir en el mundo teatral y cinematográfico, siempre mantuvo una vida privada recatada, producto de valores morales muy fuertes, aunque tenía una gran adicción por las apuestas.
En el ámbito artístico destaca su profesionalismo, nunca olvidó sus líneas, en su actuación siempre tuvo en sus actuaciones una sobriedad innata que hacía que las escenas convencieran a los directores desde el primer ensayo; sin embargo era un ser poco carismático. Se recuerda aun su porte garboso y elegante con que le daba vida a sus personajes; en los sets casi no hablaba con nadie y mantenía su vida privada en absoluto secreto; se entretenía tejiendo, a veces jugaba ajedrez con quienes se interesaban en el juego; pero la mayor parte del tiempo se mantenía en absoluto silencio.
Por otra parte, Mimi pertenece a un grupo de mujeres que participan de la empresa originaria del cine nacional, junto con las hermanas Ehlers y Beltrán Rendón; indudablemente son mujeres involucradas en los grandes cambios de la época. Se caracterizabn por ser politizadas, antiporfiristas, trabajaban y eran independientes. El clima social de esos años debió ser de gran optimismo y participación social. Los ideales liberales se reafirmaban con fuerza, rayando en los límites con la ideología revolucionaria de la justicia social. Así las mujeres forman parte activa de este proceso: fundaban clubes políticos, organizaban manifestaciones callejeras en apoyo a los obreros y por el sufragio femenino, que no logran, por cierto, sino tres décadas después; se lanzan de voluntarias al frente de batalla bajo la bandera de la Cruz Blanca Neutral y organizan las huelgas de cigarreras y cerilleras. Esta beligerante participación social encuentra otra imagen, quizá más conocida, en las soldaderas zapatistas.
He dividió este pequeño trabajo en los tres ámbitos en los que se desarrollo Mimi, todos vinculados con la creación artística, en los que desempeñó distintas labores de forma exitosa.


TEATRO (ACTRIZ Y ARGUMENTISTA)
Perteneció a una familia de clase media, nació en la ciudad de México y sus padres fueron la escritora Jacoba Avendaño y del Juez Juan Francisco Pérez de León, fue registrada bajo el nombre de María Herminia Pérez de León; fue la última de cuatro hijos (Angelina (1887); Jorge (1889), Carlos (1891)); desde muy pequeña le dijeron Mimi, nombre que usaría durante toda su vida.
Su padre murió en 1898, pero dejo a sus hijos una pequeña fortuna para vivir cómodamente. Su madre, por su parte de ideas liberales, les inculcó la lectura y la sensibilidad artística. Por ello no es extraño entender que tuviera el apoyo de su familia cuando decidió cantar por vez primera con la compañía de zarzuela Hispano Mexicana en 1911 en el teatro Peret de Cuba. Esta primera presentación como segunda tiple, le abrió las puertas para presentarse en el Salón Rojo de Jacobo Granat, en un concierto a beneficio del compositor Gascón en noviembre de 1912. Después se presentaría en el Teatro Lírico y en “la catedral de las tandas, El Principal”. Con el tiempo también trabajaría en el Esperanza Iris (1915).
En 1915, escribe, produce y estrena su primera obra para teatro, “Al César”, en ella se observa un manejo de las estructuras dramáticas que aun hoy son vigentes.
Después de su breve recorrido por el cine, regresa al teatro en 1918, nuevamente da muestras de su iniciativa y tenacidad, se presenta como empresaria con su propia compañía de zarzuela y teniendo como director a Eduardo Arozamena.
En 1920 se presenta en el Teatro Virginia Fábregas, luego trabajaría en la Compañía de María Conesa. Finalmente se retiró en 1925, en parte por su edad (tenía 32 años) y porque nuevas actrices, jóvenes y dispuestas se imponían. Temporalmente actuaría en algunas presentaciones especiales junto a su gran amiga Conesa; entre tanto pasaba largas horas en su casa, escribiendo y leyendo.
En 1930 se presentó cantando junto al músico Agustín Lara. Pero sus últimas presentaciones las haría en 1938, cantando con María Conesa y realizando presentaciones en el recién inaugurado teatro de Bellas Artes.


ESCRITORA
A partir de 1912 (probablemente había comenzado antes), inició su carrera como escritora, emulando a su madre; sus escritos fueron publicados en distintas revistas literarias y finalmente recogidos en una publicación denominada: “Realidades”. Generalmente sus escritos eran revisados por su madre. Sin embargo no se circunscribió a escribir para publicaciones, también creó una obra de teatro y escribió argumentos para películas y para radionovelas.
En sus escritos se trasluce una cursilería, sobre todo emocional, seguramente heredada de la tradición literaria del siglo XIX, pero no son rebuscados ni artificiosos; tenía un gran manejo de los diálogos y de las situaciones que se desarrollaban en sus diversos escritos. Sus colaboraciones aparecieron en publicaciones periódicas como Rojo y Gualda. Semanario español. (México, 1916-1920); Castillos y Leones (México, 1921-1922); y en Novedades. Revista literaria y de información gráfica.
Mimi, también escribió para publicaciones de otros países, así mientras hacía una gira por La Habana entre fines de marzo y junio de 1916 escribió, por lo menos, tres textos destinados a la revista Bohemia de aquella ciudad.
En 1921 se publicó su libro Realidades, que con anterioridad se había publicado con el nombre de Páginas sueltas, una edición que regaló a sus amigos.
Sus temas más relevantes están relacionados con los problemas de las mujeres, sus personajes respetan o trasgreden un deber ser de la época, en todos los casos se presenta su consecuente castigo o premio, según el caso.
Después de ese libro, no volvió a publicar sus escritos, lo que no indica que dejara de escribir, sólo que esos no se conservaron. Más tarde, en la década de los treinta escribió “argumentos para radionovelas”.



CINEMATOGRAFÍA (ACTRIZ, ARGUMENTISTA, EDITORA, DIRECTORA)
La incorporación de Mimi al cine, pudo ser un tanto obligada por el desempleo que afectó a los actores de teatro provocado por los empresarios como respuesta a la formación del Sindicato de Actores y Autores de Teatro, de cuyo comité ejecutivo ella era integrante. Pero además de la necesidad, estaba la identificación. Mimí fue de las pocas actrices de cine mudo que traspasó la barrera hacia el cine sonoro.
Para 1917 la Revolución parecía concluida, con el triunfo de Carranza, los cinematógrafos se dieron cuenta que al público ya no le interesaban tanto los documentales, preferían las películas de ficción, por lo que muchos, entre ellos Enrique Rosas, creyeron que no tardaría en surgir la industria cinematográfica, como ocurría en muchos países.
Por ello no tuvo inconveniente en asociarse con Mimi en noviembre de 1916, no se sabe quien tuvo la iniciativa, lo cierto es que obtuvieron el apoyo económico del entonces gobernador Pablo González, a quien se le vinculara sentimentalmente con Mimi. Si bien aquel general pudo participar como inversionista, pues lo había hecho con otras producciones. La actriz provenía de una familia de clase media, por lo que pudo disponer de su propio dinero, proveniente de la herencia de su padre y otra parte de su esfuerzo y trabajo durante cinco años en el teatro.
Esta empresa no fue producto de la improvisación, los socios se prepararon con antelación. Rosas ya era un fotógrafo, propietario de un cinematógrafo, y había realizado sus propios documentales; por su parte Mimi, en diciembre de 1916, viajaó a Los Ángeles para visitar la empresa Universal City y posiblemente a tomar clases de actuación (es decir, mímica del cine). Recopiló suficientes conocimientos sobre todo lo que se necesitaba en una empresa cinematográfica.
Finalmente en marzo de 1917 se funda la Azteca Films, que tenía como razón social Sociedad Cinematográfica Mexicana Rosas, Derba y Cía. Fundó sus estudios en las calles de Balderas y Juárez, en un terreno baldío cuyo edificio más acabado habría sido un hospicio y luego cuartelón de bomberos, contaba también con un pabellón y los departamentos necesarios para la producción de películas; de revelado e impresión, utilería y administración. Estaban dotados de varios laboratorios, sala de exhibición, camerinos y por supuesto un gran terreno que se destinaria a sets de filmación.
Las películas que produjo la Azteca Films, fueron estelarizadas en su mayoría por Mimi, quien además se dio tiempo para escribir los guiones, producir y editar varias de ellas. Casi todas trataban de reproducir el tono y las situaciones de los melodramas italianos, por lo que su éxito en taquilla dependió más de la curiosidad del público que de otra cosa.
La actriz escribió el argumento de la primeras de las películas que se produciría, En defensa propia que se estrenó en julio de ese año en el teatro Abreu (dirección de escena: de Joaquín Coss; argumento: Mimi Derba; Dirección técnica: Enrique Rosas). Luego se estrenaría Alma de sacrificio (Director de escena: Joaquín Coss; argumento: José Manuel Ramos; director técnico: Enrique Rosas; música de Miguel Lerdo de Tejada). Le sigue La Tigresa (Dirección de escena: Mimi Derba; Argumento de Teresa Farías de Isassi; Dirección técnica: Enrique Rosas), que sería dirigida por la misma Mimi. La creencia se centra en que en la película no aparecían los créditos del director, Coss se encontraba de gira en San Luis Potosí y Mimi, que no tenía la responsabilidad de actuar tomó en sus manos la dirección, creencia que afirmó un periodista, que por aquella época realizó una entrevista a Mimi, y la encontró dando disposiciones y dirigiendo las escenas de la película y así lo plasmó en su reportaje. Es posible que la actriz no pusiera su nombre en la dirección por la modestia que la caracterizaba o porque simplemente no le tomó importancia a uno más de los trabajos que tenía que hacer en la productora.
Las películas eran dramas al estilo italiano; que intentaban mostrar la realidad mexicana, objetivo inicial de Derba y Rosas, cuando manifestaron su intención de realizar películas nacionalistas, que ensalzaran los valores y la cultura de México.  Sin embargo, la única película con tema patriótico producida por la empresa -intitulada Chapultepec- quedó inconclusa y de sus otras películas tuvieron que suprimir muchas escenas porque ofendían a la audiencia, entonces los productores tuvieron que conformarse con mostrar lo mexicano, pero de clase media.
La siguiente película fue La Soñadora (dirección y argumento: Eduardo Arozamena; dirección técnica: Enrique Rosas; Edición: Enrique Rosas; Mimi Derba y Fernando Sáyago). A finales de ese año se exhibe En la Sombra (Dirección de escena: Joaquín Coss; dirección técnica: Enrique Rodas; Argumento: Mimi Derba), que presentaba a los artistas de una compañía italiana que había llegado por aquella época.
Finalizaron ese año con un saldo positivo; sin embargo pronto se dieron cuenta que su producción tendría un futuro incierto por el control absoluto que las compañías extranjeras ejercían en los sistemas de distribución, creando una relación de dependencia contra la cual casi o nada podía  hacerse  y que vender películas mexicanas no sería un buen negocio pues se tenían que enfrentar a los distribuidores americanos y en México el mercado que hasta ese momento habían logrado captar estaba agotado. Entre la vida y la muerte fue proyecto dirigido por Joaquín Coss y estelarizado por Mimí Derba que quedó inconcluso al igual que Chapultepec.
Lo que decidió el fin de la compañía fueron problemas de índole económicos. Mimi tuvo que regresar al teatro de zarzuela.
No obstante Mimi, protagonizó en 1919 otra película del cine mudo Dos corazones de Francisco Lavillete. Más tarde aceptó un papel en La linterna de Diógenes (La linterna mágica) (1924/1925), película dirigida por Carlos Stahl, antes de incorporarse al naciente cine sonoro.
Regresó al cine en 1931, en la filmación de Santa, que se estrenó en marzo de 1932, esta aparición marcaría una larga etapa como actriz de carácter. También empezó a hacer papeles que imprimirían el tipo de personajes que podía hacer: mujeres de la alta aristocracia, de vestir elegante y modales finos, con carácter fuerte y con cierto poder de decisión.
Después incursionaría de lleno en el cine sonoro; primero trabajaría en Sor Juana Inés de la Cruz (1935), más tarde Mujeres de Hoy (1936); Abnegación (1937); Refugiados en Madrid y María (1938); El Secreto de la monja (1939); El baisano Jalil; La razón de la culpa; María Eugenia (1942); en 1943 filma 11 películas entre las más destacadas se encuentran: El espectro de la novia; Una carta de amor; Mujer sin alma; México de mis recuerdos, entre otras.
En 1944 sobresale Me he de comer esa tuna. Al siguiente año hizo 6 películas, sobresalen dos: Cuando lloran los valientes y Qué verde era mi padre!. En 1946 hace dos películas: Rocambole y Cásate y verás.
En 1948 realiza dos películas memorables Ustedes los ricos y Salón México. Al año siguiente participa en El seminarista y La Malquerida. En 1950 trabaja en Rosauro Castro y en otras ocho. Al siguiente año hace tres; en 1952 participa en Dos tipos de cuidado. Finalmente en 1953 trabaja en la que sería su última película Casa de muñecas.






martes, 22 de abril de 2014

RELACIONES VERTICALES Y HORIZONTALES ENTRE MUJERES DENTRO DE LA NOVELA JANE EYRE DE CHARLOTTE BRONTË.


Las relaciones entre hombres y mujeres para la época en que fue escrita la novela de Charlotte Brontë, se sustentaban en significaciones sociales, es decir ideas, percepciones y creencias que otorgaban a cada persona un lugar dentro de la sociedad, estos tienden a generalizar y a prestar poca atención a detalles sobre las cualidades, capacidades o habilidades de una persona. En el imaginario de la sociedad a la que pertenecen mantienen un equilibrio y dan seguridad a las personas que conforman la sociedad que los origina.
En la novela Jane Eyre, las percepciones sobre cómo deberían ser las relaciones entre mujeres se observan con nitidez, desde la perspectiva social, que llega a ser una crítica a cómo se llevan a cabo esas relaciones, en perjuicio de los pobres, al respecto podemos considerar las críticas de la autora como de corte socialista, en cuanto a que rechaza la estructura vertical de la sociedad en detrimento de la clase trabajadora integrada por hombres y mujeres y sobre los cuáles se yergue la riqueza de la aristocracia.
Vemos a la protagonista, hija de un clérigo y de una dama, que al quedar huérfana, se encuentra en el limbo de las relaciones sociales, es atendida por la servidumbre, que la cuida y le otorga consuelo y cariño; por otra parte, están sus parientes que la consideran como un estorbo, pues sus padres la dejaron sin herencia, sin embargo no puede negarse su parentesco y que pertenece a su misma escala social, no obstante que la madre de la protagonista contraviniendo los deseos de su padre se hubiera casado con un hombre, socialmente inferior a ella.
Estas primeras interacciones, van definiendo lo complejo de las relaciones sociales en la época y lugar en que se desarrolla la vida de la protagonista (y por ende de la autora). Podemos apreciar que cuando la pequeña Eyre ingresa al Colegio Lowood, se redefine su posición social, pues de ser tratada como una señorita, pasa a ser una pequeña que debe ser educada para que sea útil a la sociedad en la que se integrará, por supuesto se le enseñan tareas que toda mujer de la época debería saber, como bordar, cocinar y llevar la administración de una casa. Se define así el espacio que será propio, esto es, el hogar.
Estos aprendizajes le permiten conocer la esencia de cómo llevar un hogar, de este modo vemos, que cuando interactúa con la servidumbre, se dirige a ellas por su nombre, sabe cuál es la labor que cada una realiza en una casa, pero no se convierte en su igual, porque si bien sabe cómo debe realizarse esa labor, no la realiza con ellas ni para ellas u otras personas; puede llegar a realizarla para sí misma, cuando no tiene ayuda, pero cuando se le presenta la acepta como parte del trabajo que debe realizar la servidumbre para con los señores, es decir, los que están por arriba en la escala social.
Así, las interacciones que mantiene con los señores son de cierta sumisión, pues sabe bien que no tiene títulos, ni dinero, ni protección que la escuden y la igualen a ellos. Por el contrario, en su papel de institutriz se encuentra por arriba de la servidumbre, no obstante que ella esté dando un servicio y reciba un pago a cambio; así mismo está por debajo de los señores por esa misma condición de trabajadora.
Un tipo más de interacción que observamos a lo largo de la trama, es con las mujeres intelectuales, al igual que ella, no poseen títulos nobiliarios, pero tienen inusual interés por aprender, a diferencia de las mujeres que se encuentra por arriba de ellas, son mujeres que tienen opiniones propias, son críticas y llegan a estar inconformes con el orden social, por ello no dependen de otras personas para realizar actividades cotidianas. Son una clase en si misma; mantienen interacciones horizontales con todas las demás personas a las que consideran como iguales en espíritu; pero al mismo tiempo distinto, por su instrucción, por ello no desechan en su totalidad las interacciones verticales.
Vemos entonces la complejidad de las relaciones, sus contradicciones y usos, como producto de los esquemas mentales delimitados por la época y el lugar en que se encuentra la protagonista. Evidentemente podemos observar cierta continuidad hasta nuestros días en las relaciones que se establecen entre mujeres y cómo estás sigue delimitadas por las percepciones. 

martes, 5 de noviembre de 2013

RELACIONES VERTICALES Y HORIZONTALES ENTRE MUJERES DENTRO DE LA NOVELA JANE EYRE DE CHARLOTTE BRONTË.


Las relaciones entre hombres y mujeres para la época en que fue escrita la novela de Charlotte Brontë, se sustentaban en los estereotipos predominantes que otorgaban a cada persona un lugar dentro de la sociedad, estas percepciones que como sabemos, son producto de esquemas mentales, tienden a generalizar y a prestar poco atención a detalles sobre las cualidades, capacidades o habilidades de una persona. De alguna manera mantienen un equilibrio y dan seguridad a las personas que conforman la sociedad que los origina.
En la novela Jane Eyre, las percepciones sobre cómo deberían ser las relaciones entre mujeres se observan con nitidez. Vemos a la protagonista, hija de un clérigo y de una dama, que al quedar huérfana, se encuentra en el limbo de las relaciones sociales, es atendida por la servidumbre, que la cuida y le otorga consuelo y cariño; por otra parte, están sus parientes que la consideran como un estorbo, pues sus padres la dejaron sin herencia, sin embargo no puede negarse su parentesco y que pertenece a su misma escala social, no obstante que la madre de la protagonista contraviniendo los deseos de su padre se hubiera casado con un hombre, socialmente inferior a ella.
Estas primeras interacciones, van definiendo lo complejo de las relaciones sociales en la época y lugar en que se desarrolla la vida de la protagonista (y por ende de la autora). Podemos apreciar que cuando la pequeña Eyre ingresa al Colegio Lowood, se redefine su posición social, pues de ser tratada como una señorita, pasa a ser una pequeña que debe ser educada para que sea útil a la sociedad en la que se integrará, por supuesto se le enseñan tareas que toda mujer de la época debería saber, como bordar, cocinar y llevar la administración de una casa. Se define así el espacio que se será propio, esto es, el hogar.
Estos aprendizajes le permiten conocer la esencia de cómo llevar un hogar, de este modo vemos, que cuando interactúa con la servidumbre, se dirige a ellas por su nombre, sabe cuál es la labor que cada una realiza en una casa, pero no se convierte en su igual, porque si bien sabe cómo debe realizarse esa labor, no la realiza con ellas ni para ellas u otras personas; puede llegar a realizarla para sí misma, cuando no tiene ayuda, pero cuando se le presenta la acepta como parte del trabajo que debe realizar la servidumbre para con los señores, es decir, los que están por arriba en la escala social.
Así, las interacciones que mantiene con los señores son de cierta sumisión, pues sabe bien que no tiene títulos, ni dinero, ni protección que la escuden y la igualen a ellos. Por el contrario, en su papel de institutriz se encuentra por arriba de la servidumbre, no obstante que ella esté dando un servicio y reciba un pago a cambio; así mismo está por debajo de los señores por esa misma condición de trabajadora.
Un tipo más de interacción que observamos a lo largo de la trama, es con las mujeres intelectuales, al igual que ella, no poseen títulos nobiliarios, pero tienen inusual interés por aprender, a diferencia de las mujeres que se encuentra por arriba de ellas, son mujeres que tienen opiniones propias, son críticas y llegan a estar inconformes con el orden social, por ello no dependen de otras personas para realizar actividades cotidianas. Son una clase en si misma; mantienen interacciones horizontales con todas las demás personas a las que consideran como iguales en espíritu; pero al mismo tiempo distinto, por su instrucción, por ello no desechan en su totalidad las interacciones verticales.

Vemos entonces la complejidad de las relaciones, sus contradicciones y usos, como producto de los esquemas mentales delimitados por la época y el lugar en que se encuentra la protagonista. Evidentemente podemos observar cierta continuidad hasta nuestros días en las relaciones que se establecen entre mujeres y cómo estás sigue delimitadas por las percepciones.

viernes, 16 de agosto de 2013

Creadores del cine mexicano: Joaquín Pardavé

Posiblemente no llegaré a ser gran cosa,
pero estudio siempre para no perder la oportunidad de mi vida
Pardavé, citado porCeballos, Edgar. “El hombre de las mil caras” en Somos

INTRODUCCIÓN
Este breve escrito quiere contribuir con un granito de arena, creo firmemente que es una historia que debe seguir construyéndose, la del cine mexicano, la de sus realizadores, principalmente el de la época de oro. Al hacer la investigación para estas pequeñas líneas me di cuenta que son pocos los trabajos que se han hecho, aún faltan aspectos que deben ser indagados, no sólo para realizar estudios monográficos, sino investigaciones sobre historia cultural, vida cotidiana, imaginarios, educación, estética, etc.
JOAQUÍN PARDAVÉ ARCE
30 de Septiembre de 1900 (Pénjamo, Gto.) -20 de Julio de 1955, (ciudad de México)
Fue un hombre ingenioso, versátil en el ambiente artístico, tenía variados intereses y trató de concretarlos. El hombre que se aprecia en las pantallas era simpático, amable, carismático; sin embargo en la vida real fue diferente, era serio, estricto con el trabajo, se exigía mucho a sí mismo y a quienes trabajaban con él, de ahí que llegará a ser descrito como “hosco”; quienes lo conocieron afirmaban que sacrificaba lo profesional en aras del protagonismo. El hombre del mostacho que vemos en la pantalla, distaba del hombre real que mantenía un rostro bien rasurado y que perteneció a la Gran Logia del Valle de México.  No obstante estas son las facetas del ser humano; el realizador de películas, el compositor, el actor que trascendió a través de las películas, es lo que realmente debe hacernos reflexionar sobre quiénes y cómo se formó la época de oro del cine mexicano y cómo éste influyó en el imaginario de la sociedad mexicana de aquella época, la delineó e incluso le dio sentido.
Pardavé tuvo un enorme legado, provenía de una familia de artistas, su padre y madre eran actores y cantantes, pero además sus tíos y abuelos también lo fueron. Sus tíos paternos (Carlos y Ricardo) se iniciaron en la actuación desde niños en la compañía Infantil Austri-Palacios. La hermana de su padre Dolores Pardavé Bernal, también de ascendencia española, fue tiple de zarzuela y opereta, casó con Felipe Montoya y Alarcón, de cuya relación nació la actriz María Tereza Montoya, hermana de Felipe Montoya Pardavé también actor. Además Joaquín fue primo del director de cine Miguel M. Delgado Pardavé. Como se ve, provenía de una familia que conocía muy bien el negocio del entretenimiento; destacaron en teatro y llegaron a pertenecer a una pléyade que dio forma a la época de oro del cine mexicano.
PRIMEROS AÑOS
Según cita Camarena el actor se atribuía haber nacido en Pénjamo, no obstante que sus padres sólo estaban de paso por esa ciudad: “Para que sepan, nací en Pénjamo, Guanajuato —el 30 de septiembre de 1900—, donde mis padres —el actor Joaquín Pardavé Bernal y la bailarina Delfina Arce Contreras, dos españoles que llegaron a México con la compañía teatral Betril— trabajaban en un teatro de ese lugar”[1].
Fue el mayor de tres hermanos, José, ya fallecido, que fuera también actor, y Julia, que radica en Madrid, España. Sus padres fueron Joaquín Pardavé, actor de gran renombre y Delfina Arce, notable cantante de zarzuela.
Estudió primaria en la Escuela San Luis Gonzaga; secundaria y preparatoria en el Vasco de Quiroga de la ciudad de México. A los quince años de edad tomó un curso de pintura en la Escuela de San Carlos.
Su carrera de actor la inició muy pequeño, ya que sus padres lo sacaban en brazos al escenario. Su primer papel lo obtuvo a los cuatro años en la obra "La Cara de Dios". Como compositor comenzó a escribir cuando contaba con dieciséis años de edad, fue el mismo año en que falleció su madre. Joaquín dejó los estudios para trabajar y sostener a sus hermanos. En esos días compuso "Mi Carmen", para su novia Carmen Delgado. Por necesidades económicas se trasladó a Monterrey, en donde ingresó a Ferrocarriles Nacionales como ayudante de telegrafista, era 1917. Progresó en su empleo, pero su destino era otro. En 1919, su tío Carlos Pardavé, lo llamó. Joaquín abandonó un empleo seguro para dedicarse al teatro. En Abril de ese año debutó en el teatro Ideal, formando parte del elenco de la obra "Los Hijos del Capitán Grant", inició así de manera oficial su carrera artística; una carrera que sería muy brillante y prolífica, trabajó en diversas carpas y zarzuelas. En 1922, realizó por primera vez papeles cómicos en el Teatro Lírico de la Ciudad de México, como parte de la compañía de Celia Montalván. Allí conoció a Roberto Panzón Soto, con quien haría pareja teatral durante 12 años, primero en la Cía. de José Campillo; posteriormente trabajaría en la empresa del propio Panzón Soto[2]. Su primer papel en la compañía Campillo fue en la zarzuela “La banda de las trompetas” (1920), para más tarde triunfar con la famosa Revista “Mexican Rataplán” (1925). Precisamente en la empresa de Soto estrenó a Don Susanito Peñafiel y Somellera, en la revista musical “Tradiciones que perduran”, personaje que posteriormente caracterizó en el cine con mucho éxito.
Sus mayores éxitos consistieron en caracterizar papeles cómicos en donde ridiculizaba a los estadounidenses y orientales. Pardavé comentó en una entrevista acerca de sus caracterizaciones como oriental y como loco, los siguiente: "Tengo un amigo que me enseñó a hablar como los chinos" y acerca del loco confesó: "Hace mucho tiempo,  mi familia fue a Toluca donde conocí a unas muchachas que tenían un hermano loco, un pobre hombre que sentía delirio de grandeza y que, de improviso inflaba el pecho, ahuecaba la voz y se sentía Caruso. Otras, se soñaba Gengis-Kan y echando mano de una escoba sostenía duelos terribles con la pared. Recordé entonces al loco de Toluca, busqué un traje adecuado y lo demás fue sencillo"[3].
En 1925 conoció a la Srita. Soledad Rebollo, tiple del teatro donde trabajaba. Contrajeron matrimonio el 26 de Octubre de ese mismo año. Soledad se convirtió en el amor de su vida, su inspiración floreció y escribió para ella canciones como: "Plegaria", "Bésame en la Boca", "Negra Consentida", "Varita de Nardo", etc.
Intervino en ciento cinco cintas, de las cuales dirigió veinticuatro. Fue actor, compositor, pintor, escritor de obras de teatro serio y de revista, así como de argumentos cinematográficos. En su juventud jugó fútbol, formando equipo con Roberto Soto hijo y Fernando Soto "Mantequilla". Era extraordinariamente responsable.
Sus principales pasatiempos eran jugar boliche, escribir, leer y escuchar música, de preferencia la popular nacional, las piezas y canciones de sus contemporáneos y las que él escribió.
ACTOR DE TEATRO
Fue un enamorado del teatro, tanto que nunca dejó de trabajar en él, ahí desplegó su genio al actuar, escribir y musicalizar las obras; el trabajo diario que se realizaba en las carpas lo indujeron a realizar múltiples actividades, no podía ser de otra forma, pues las revistas se estrenaban cada semana y el talento no sobraba; además el público estaba acostumbrado a ver distintos temas, rechazaban lo vulgar, rutinario e insípido. A diferencia de lo que se cree, el público asiduo a las carpas, tenía gustos definidos; indudablemente el teatro era el gran educador de la época y las carpas constituían espectáculos accesibles para el grueso de la población.
Durante sus primeros años como actor, Pardavé tuvo a los mejores maestros y compañeros de actuación, que acabaron de pulir al actor. De entre las piezas que escribió y musicalizó se encuentran “Cinelandia” (1926), “Bésame en la boca” (1933), “El país de mañana” (1935), “Melodías de cristal” entre otras; en sus inicios como músico y escritor también contó con los mejores maestros entre los periodistas, escritores y compositores que laboraban en las carpas y teatros en los que trabajó. Evidentemente el genio de Pardavé era grande de otro modo no hubiera podido desplegar esa actividad, que lo caracterizaría toda su vida.
Realizó una gran trayectoria en carpas, dónde trabajó en zarzuelas; conforme pasó el tiempo y empezó a tener éxito, trabajó en obras que pertenecían a un género menor en el teatro, pero de gran trayectoria en nuestro país, esto es, el teatro de revista, que debe su nombre, precisamente, al hecho de pasar revista a acontecimientos de actualidad, en forma de cuadros escénicos, música, bailables y escenas cómicas, chuscas o picarescas. No obstante, Pardavé, de igual modo participó en proyectos de expresiones artísticas particulares, que no correspondían a la tradición de las carpas; pero que en el teatro de revista encontraron un espacio de propagación; esos espacios brindaban muchas posibilidades para los escritores vanguardistas[4] de los veintes y treintas del siglo XX. La sátira política y la perspectiva escénica que se empezó a desarrollar en las revistas, fueron medios para mostrar la actualidad política del país y hacerla llegar a un gran número de personas, de esta manera “Incluso, los mismos acontecimientos de las vanguardias artísticas en México tenían resonancia, a veces en el plano de la sátira política, a veces como sabrosa parodia en la revista”[5]. Muchos realizadores del cine de la época de oro, tendrían sus primeras experiencias en el teatro, como los creadores del Teatro de Ahora[6], quienes al hacer la denuncia del abandono en que se encontraba el campo, apostaron “también por el teatro de revista en la compañía que dirigió Roberto Soto, con quien buscaron colaborar para reivindicar el lenguaje escénico del género frívolo con una nueva visión artística”[7], pero sobre todo, cómo muchos autores apuntan, buscaban un público.
Para Joaquín Pardavé y Roberto Soto, con quien trabajó durante doce años; la revista política fue el filón escénico, tuvieron gran éxito porque muchos de los espectadores reprobaban la actitud y proceder de las autoridades de aquella época. Sin embargo su trabajo que siempre estuvo marcado por reticencias y diferencias entre los actores, también se vio afectada por la censura que fue haciéndose más cruenta conforme se establecían y fortalecían los gobiernos posrevolucionarios.
Después de su separación, Pardavé continuo con una gran labor, agrupando a un gran número de actores serios y cómicos; se unió a escritores y compositores, aunque algunas obras fueron de su autoría. En 1935 estableció su propia compañía con la que estrenó, entre otras, “Foul” (1935) y “El pueblo es feliz” (1935). No obstante continuó colaborando con Soto en las revistas “Rayando el sol” (1937) y “En tiempos de Don Porfirio” (1938), entre otras. También incursionó como director en las obras “El proceso de la canción”, “Estudiantina” (1935) y “El baisano Jalil” (1950). Incluso trabajando para el cine su tradición teatral quedó múltiples veces de manifiesto en las adaptaciones que realizó, incluida “El burgués gentilhombre” de Molière, que filmó con el título de El gran Makakikus[8]. También llegó a asociarse con Fernando Soler al lado del cual creó una compañía de teatro.
Otras obras en las que participó como actor fueron: “La bayadera” , “Madame Pompadour” (1925); “Alma Suriana”, “El maestro Sotokowsky”, “Aquí fue México”, “Los monigotes”, “El ídolo roto”, “La raza de bronce”, “Don Juan Tenorio” (1931); “Margarita Gautier” ("Frivolería escénica"), “La paloma”, “Bluff Mata-Hari”, “El periquillo sarniento”, “Me voy a España”, “Mi cuarto de hora” (1932); “Sabrosura”, “Amores de mi tierra”, “La venganza del tejón”, “Mano a mano”, “Águilas españolas”, “Batuta nacional”, “El Rasputín mexicano”, “Las Leandras”, “La pipa de oro”, “Las marimandonas”, “¡Hasta aquí llega el agua!”, “La revista tricolor” (1933); “Alma torera”, “F.I.V.S.A.”, “El último fresco” (1934); “El ídolo maya”, “El peso murió”, “Mi rival”, “El proceso de la canción”, “La vedette esperada”, “Rival”, “Arriba Pombo”, “El robador de estrellas”, “Estudiantina”, “El país del mañana”, “San Joaquín vencedor”, “Ventanita morada”, “¡México ríe!”, “Los granujas”, “El país de los cartones”, “Robador de estrellas”, “La virgen morena” (1935); “Adiós”, “El remington”, “El rey que abdicó” (1937); “La flor de la lagunilla”, “La norteña”, “El nido” (1938); “Recordar es vivir”, “Parece que fue ayer”, “Las fiestas del centenario”, “La convención al desnudo”, “Paso en Alsacia”, “El desfile histórico” (1939); “El último charro”, “Muy caliente para febrero”, “Lo que se nos espera” (1940), “El Baisano Jalil” (1950), “Orfeo en los infiernos” (1954), y “Un minuto de parada” (1955).
Indudablemente en cada obra, creó un personaje, con características propias que le permitieron ir definiendo y madurando su línea actoral.
ACTOR Y DIRECTOR DE CINE
Su primera incursión como actor en el cine fue en Viaje redondo (Dir. José Manuel Ramos, 1919). A partir de ahí, tendrían que pasar otros diez años para regresar a los filmes. Pasarían otros más para que Pardavé se acoplara al estilo cinematográfico de actuación, tan disto al que por años le habría dado triunfos en las carpas. Otros títulos en los que participó como actor fueron: El águila y el nopal (Dir. Miguel Contreras Torres, 1929); Águilas frente al sol (Dir. Antonio Moreno, 1932); La zandunga (Dir. Fernando de Fuentes, 1937); La tía de las muchachas (Dir. Juan Bustillo Oro, 1938); En tiempos de Don Porfirio / Melodías de antaño (Dir. Juan Bustillo Oro, 1939); Ahí está el detalle (Dir. Juan Bustillo Oro, 1940); ¡Ay, qué tiempos señor don Simón! (Dir. Julio Bracho, 1941); Yo bailé con don Porfirio (Dir. Gilberto Martínez Solares, 1942). En 1942 debuta como director con la cinta El baisano Jalil y a partir de entonces se convirtió en el director, actor y guionista de varias películas. Cómo se aprecia de entre sus primeras películas fue llamado por el que fuera escritor de teatro Juan Bustillo Oro, a quien conoció en varias revistas representadas al lado de Soto y de quién más tarde fue amigo. De hecho Bustillo “se convirtió en su profesor emérito en el cine y siempre, como un buen alumno, sabia escuchar, callar y obedecer, lo cual se convirtió en la clave  de su éxito”[9]. Era metódico y hasta perfeccionista, como lo demuestran sus actuaciones cómicas, que evidencian malos diálogos, pero una excelente expresión, que supera incluso las mediocres direcciones.
Su paso por la cinematografía, estuvo marcada en los primeros años, por la percepción de los realizadores, como Bustillo y por los productores Grovas y otros. En los años de consolidación de Pardavé, él tomó las riendas de los papeles que desempeñaría, a veces escribiendo papeles para él o dirigiéndose a sí mismo. En el cine crea personajes inolvidables dotados de vida propia, con nombres que seguramente recordaremos siempre,  porque los asociaremos con frases, personalidades y actitudes.
Como sucedió en el teatro; en el cine, también escribió argumentos, adaptó historias, musicalizó, todo en menoscabo de su salud, pues no dejó de participar, de alguna forma –ya escribiendo, componiendo, actuando, dirigiendo, etc.- en al menos tres películas, eso en el peor de los años para el cine; por supuesto no abandonó el teatro, a su familia y más tarde su programa de televisión.
Entre las películas que dirigió destacan: Adiós juventud (1943); La virgen moderna (1945); Soy charro de rancho grande (1947); Primero soy mexicano (1950); Doña Mariquita de mi corazón (1952); y Secreto profesional (1954). Algunos de sus mejores trabajos como director, adaptador y argumentista, los hizo al lado de Gregorio Walerstein, que dieron como resultado una mancuerna creativa y comercial destacada. De acuerdo con Terán, la labor de Pardavé como director cinematográfico tiene peculiaridades “por encima y por debajo de las truculencias melodramáticas, de los excesos cómicos hasta la chabacanería” el autor comenta que todas ellas remiten a “la pasión desbocada, al amor enfermizo, obsesivo, posesivo, de víctima y verdugo, sin saber quién es quién, sádico y masoquista, aunque a la vez, ofrecen la visión inocente del joven que se avergüenza de lo que ve y mediante el proceso de delectación de la experiencia, se transforma en vouyeurista a llanamente fisgón”[10].
Otras de sus películas, en las cuales destaca su actuación son: El sombrero de tres picos / El amor de las casadas (Dir. Juan Bustillo Oro, 1943); El gran Makakikus (Dir. Humberto Gómez Landero, 1944); México de mis recuerdos (Dir. Juan Bustillo Oro, 1944) en la que interpreta al inolvidable Don Susanito. Azahares para tu boda (Dir. Julián Soler, 1950); Pueblo, canto y esperanza (Dir. Julián Soler / Alfredo B. Crevenna / Rogelio A. González, 1954); El mil amores (Dir. Rogelio A. González, 1954); Medias de seda (Dir, Miguel Morayta, 1955) y dos cintas póstumas que dejó inconclusas Club de señoritas (Dir. Gilberto Martínez Solares, 1955) y La virtud desnuda (Dir. José Díaz Morales, 1955).
Dentro de su obra como escritor de cine podemos mencionar aquellas que también dirigió como: El baisano Jalil (1942); Los hijos de don Venancio (1943) y El casto Susano (1952); además de: Ojos de juventud (Dir. Emilio Gómez Muriel, 1948); Una gallega en México (Dir. Julián Soler, 1949) por mencionar sólo algunas.
El cine enamoró a un público que empezó a dejar de asistir a las carpas, demeritadas por la censura de los gobernantes de la época. El cine mostraba al público a héroes y antihéroes; personajes con los que se podían identificar, porque muchos de ellos habían nacido en las carpas, que a su vez retrataban a personajes cotidianos; estaban todos, pobres y ricos, hombres y mujeres, campesinos y obreros. Indudablemente la participación de Pardavé, junto con la de otros muchos realizadores, fue decisiva en la formación de la visión del México de aquella época, creó en el imaginario[11] de la sociedad mexicana, formas de  comportamiento, identidades, sentimientos, etc. Todos ellos mostraron, crearon, aportaron representaciones[12] sobre distintos aspectos de la vida en el México de entre 1930 y 1950.
Así tenemos que en el caso de las películas actuadas por Pardavé y dirigidas por Bustillo Oro, al igual que “las obras de teatro de Javier Villaurrutia, ofrecen la visión de una clase media privilegiada largo tiempo en México”[13].  Indudablemente lo expuesto en aquellas películas proponía a las clase medias “un pasado ideal, desbordante en detalles memorables: los valses dedicados a Doña Carmelita Romero Rubio de Díaz, los versos de doble o triple sentido, los jarrones, las flores, los medallones, los poetas bohemios… la loza pintada, los pregones y sobre todo el uso prosopopéyico del lenguaje, las palabras circunspectas, el tono ceremonioso, la existencia en función de las formas”[14]. En todas sus películas destaca el tema de la familia, considerado como eje central en la formación de ciudadanos y en donde destaca la madre abnegada. En otras películas mostró una visión muy particular de la migración a nuestro país, de este modo, para Martínez “aunque la presencia de extranjeros inmigrantes en México y de sus descendientes así como las historias en las que se les involucraba eran ya constantes en el México de los años posteriores a la segunda guerra mundial, no se utilizaron sus historias y experiencias como sucedió en otras cinematografías; su mención o aparición en el cine fue estereotipada y algo temerosa por parte de los directores”[15], a esta percepción contribuyó el trabajo realizado por Pardavé como inmigrante en diversas películas, sus primeras interpretaciones mostraban a un inmigrante trabajador, agradecido con el país que lo cobijó, sucedió todo lo contrario en sus últimos trabajos.
COMPOSITOR
No fue difícil para Pardavé componer canciones pues estaba rodeado de grandes compositores que semana con semana tenían que escribir de 10 a 15 melodías bien realizadas, porque tenían que ser del agrado del público de la época. Sin embargo tenía conocimientos limitados, sabía tocar la guitarra y le gustaba la música, pero siempre necesitó de alguien que le escribiera la música en el papel pautado. Entre su repertorio musical destacan: Varita de nardo (1928); Ventanita morada (1928); Negra consentida (1929); Cholita (1930); Florecita de retama (1930); Falsa (1931); No hagas llorar a esa mujer (1931); Qué bonito par de ojitos (1932); Bésame en la boca (1933); Tus cabellos (1934); Aburrido me voy (1937); Por fin cuándo (1937); La Panchita (1937) canción popularizada por la intérprete Lucha Reyes; Pénjamo, Carmen, Caminito de la sierra y Soy virgencita. Los intérpretes que popularizaron las canciones de Pardavé fueron: Juan Arvizu, Guty Cárdenas, Emilio Tuero, Luis G. Roldán y Lola Beltrán.
Cabe destacar que la mayor parte de las composiciones que realizó fueron para obras de teatro de revista, por lo tanto no llegaron a registrarse como de su autoría y se perdieron con el tiempo, sin embargo sus canciones  más conocidas no fueron concebidas para incluirse en aquellas, sino que se difundieron a través de discos, gracias a la amistad que tenía con cantantes como Juan Arvizu y al apoyo de personas como Guty Cárdenas que difundió la música mexicana a nivel continental. Pardavé tuvo diversas influencias musicales. Escribía con diminutivos pretendiendo dar excesiva ternura a cada una de sus frases. Sus canciones tienen un exquisito sabor provinciano.
De la enorme lista de canciones que compuso también se encuentran algunas como: “El Aburrido", "En un Burro Tres Baturros", "La Mujer Ladina", "Pénjamo" (dedicada a su tierra natal); y su última canción, "Ando Picado", dedicada a Miguel Aceves Mejía.
La canción que le dio mayores satisfacciones fue "Negra Consentida", que escribió a su esposa Cholita. Su labor en el cine impidió que se dedicara con mayor constancia a la música, no obstante llegó a escribir algunas canciones y temas de películas; por ejemplo creo la marcha Adiós juventud que los estudiantes de la Facultad de Medicina “cantaban siempre en las fiestas de fin de cursos”. En algunas películas el crédito por canciones que él escribió es casi inexistente.

Joaquín Pardavé participó además en la radio y televisión. Algunas actuaciones memorables fueron, en 1937 en la XEW al lado de Pedro de Lille en el programa La hora azul y a mediados de los años 40, en El programa de Don Susanito al lado de Fernando Soler. También participó en el programa México ríe de la XEB del Buen Tono. Antes de su muerte, otra de sus actuaciones memorables fue como payaso en el programa televisivo Noches de circo (1955).
Fueron muchos los reconocimientos con los que fue homenajeado en vida Joaquín Pardavé, y muchos también los que siguen otorgándosele de manera póstuma por sus muy exitosas trayectorias, como artista muy completo, poseedor de grandes dones y cualidades, que le permitieron expresar sentimientos auténticos a través de su obra musical, y de un inigualable arte histriónico con el que ganó admiradores no sólo en su momento, sino entre las nuevas generaciones que lo han conocido por sus películas.
Una ocasión inolvidable y emotiva fue cuando recibió una medalla y diploma por sus cincuenta años de actor. El 20 de Julio de 1955, a las tres y media de la mañana, murió Joaquín Pardavé, víctima de una embolia cerebral por exceso de trabajo, participaba en dos películas de manera simultánea, y en la obra de teatro "Un Minuto de Parada".
BIBLIOGRAFÍA

Argente, Héctor. “El abecedario de la sonrisa y la ternura” en Somos No. 192; 1º de febrero de 2000

Camarena, Amelia. “Un actor de dinastía” en Somos, No. 192; 1º de febrero de 2000

Ceballos, Edgar.El hombre de las mil caras” en Somos, No. 192; 1º de febrero de 2000

Martínez Assad, Carlos. Joaquín Pardavé. “Sus rostros de inmigrante” en Revista de la Universidad de México; Universidad Nacional Autónoma de México; Núm. 91; Septiembre 2011

Ortiz Bullé Goyri, Alejandro. “El teatro de Revista mexicano, una forma de periodismo escénico” en Espartaco; recuperado en http://espartaco.azc.uam.mx/UAM/TyV/19/222082.pdf

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Pazarín, Victor Manuel. Pardavé o los delirios nacionales en La gaceta; 15 de marzo de 2010

Terán, Luis. “Las llamas del deseo” en Somos No. 192; 1º de febrero de 2000

PÁGINAS WEB

http://escritores.cinemexicano.unam.mx/biografias/B/BUSTILLO_oro_juan/biografia.html
http://reliquiasideologicas.blogspot.mx/2010/01/p.html








[1] Camarena, Amelia. “Un actor de dinastía” en Somos, No. 192; 1º de febrero de 2000; p. 18
[2] Considerado uno de los padres de la sátira política en México. Impulsor de la revista nacionalista del teatro
[3] Ceballos, Edgar.El hombre de las mil caras” en Somos, Op. Cit.; p. 37
[4] La escenografía del teatro de revista, sobre todo, en la compañía que dirigió Roberto Soto, contó con las propuestas más innovadoras del momento y en ellas colaboraron, también, Roberto Montenegro, Adolfo Best Maugard y Julio Castellanos. Del mismo modo participó Diego Rivera en la decoración y elaboración de telones.
[5] Ortiz Bullé Goyri, Alejandro. “El teatro de Revista mexicano, una forma de periodismo escénico” en Espartaco; recuperado en http://espartaco.azc.uam.mx/UAM/TyV/19/222082.pdf
[6] Formada por Juan Bustillo Oro y Mauricio Magdaleno. “Bustillo Oro compartirá con el escritor Mauricio Magdaleno la iniciación en el quehacer cinematográfico. Ambos coinciden, primero en la capital mexicana en sus años de preparatoria; luego en el movimiento vasconcelista —donde formaron parte activa de éste, como miembros del grupo Los incendiarios—. Después compartirán su pasión por el teatro.” http://escritores.cinemexicano.unam.mx/biografias/B/BUSTILLO_oro_juan/biografia.html
[7] Ortiz Bullé Goyri, Alejandro. “El teatro de Revista mexicano, una forma de periodismo escénico” en Espartaco; recuperado en http://espartaco.azc.uam.mx/UAM/TyV/19/222082.pdf
[8] Recuperado de http://reliquiasideologicas.blogspot.mx/2010/01/p.html
[9] Argente, Héctor. “El abecedario de la sonrisa y la ternura” en Somos; Op.Cit.; p. 50
[10] Terán, Luis. “Las llamas del deseo” en Somos; Op. Cit.; p. 68.
[11] El imaginario supone esquemas cognitivos que funcionan siguiendo el principio de la analogía y se expresan mediante imágenes simbólicas organizadas de manera simbólica organizadas de manera dinámica.
[12] Las representaciones sociales podemos entenderlas como el producto y el proceso de una actividad mental por medio de la cual un individuo o un grupo reconstituye la realidad a la que se enfrenta atribuyéndole una significación específica.
[13] Pazarín, Victor Manuel. Pardavé o los delirios nacionales en La gaceta; 15 de marzo de 2010; p. 5
[14] Ibidem.
[15] Martínez Assad, Carlos. Joaquín Pardavé. “Sus rostros de inmigrante” en Revista de la Universidad de México; Universidad Nacional Autónoma de México; Núm. 91; Septiembre 2011; p. 1