Generalmente se ha considera que la
participación de las mujeres en las guerras durante el siglo XIX mexicano, se
reduce a no tomar partido por ninguno de los contendientes, se piensan como
seres indefensos, neutros, apatrióticos. ¿Pero eso es real? ¿Las mujeres de
todas las épocas quieren la paz? ¿Eso pasa en todas las guerras?
Tomaremos como
referencia la participación de las mujeres poblanas durante la guerra de
intervención francesa, entre 1862 y 1867. Para ello consideramos que a pesar de
la visión que se tiene, ostentaron posturas políticas, y no fueron figuras
pasivas, víctimas de la contienda armada; su participación durante la guerra de
intervención fue importante en el desarrollo de la misma, de ello se desprende
que al igual que los hombres esperaban obtener beneficios, sin embargo fue
evidente que después de terminada la guerra, se dio por hecho que las mujeres
regresarían a sus puestos anteriores, es decir a la tranquilidad del hogar, no
obstante, para muchas mujeres eso no fue así.
Las autoridades
poblanas que durante la guerra de intervención se congregaron bajo la bandera
liberal, volvieron a sus posiciones tradicionales, de este modo muchas mujeres
fueron forzadas a volver a su puesto anterior a la guerra.
Sin embargo la
participación de las mujeres durante las guerras, según ha observado Cynthia
Enloe[1],
ha sido desde el frente civil, es decir realizando tareas de apoyo para los
militares (hombres) que se encontraban en el campo de batalla, de acuerdo con
esta autora esa tarea se les asigna y muchas de ellas se la asignan a sí mismas,
más por cuestiones tradicionales que por cuestiones políticas
Al analizar el tipo de
participación de las mujeres poblanas durante la guerra de intervención
francesa, se determina la trascendencia de esa colaboración que se realizó
básicamente desde el frente civil, muy pocas lo hicieron desde los campos de
batalla como soldaderas u ocupando un puesto dentro de la jerarquía militar; en
esos casos su presencia se hacía evidente; pero cuando estaban en el frente
civil, sus aportes no fueron visibles durante el desarrollo de la guerra, y por
lo tanto considerados poco valiosos.
Las mujeres participaron
en la resistencia y esta se dio de distintas formas; algunas no salieron de las
ciudades, pero su colaboración fue importante, pues alimentaban, curaban y
vestían a los soldados. En otros casos, colaboraron ocultando fugitivos,
proporcionándoles medios para su escape, y sacando presos de la cárcel. Muchas
de ellas, además, como una muestra de su postura humanitaria, ayudaron a
soldados del ejército enemigo.
Como ha apuntado
Florencia Mallón[2] las mujeres del campo
también hicieron importantes contribuciones al desarrollo de la guerra; así,
las mujeres en la Sierra de Puebla tuvieron que cocinar y hacer tortillas para
alimentar a los soldados.
Todo lo anterior
evidencia que las acciones llevadas a cabo por esas mujeres, fue por reales
convicciones patrióticas, su compromiso con los ideales de libertad, justicia e
igualdad.
Sin embargo, en la
cotidianidad esos conceptos no se aplicaban ni a todas las condiciones ni a
todos los estratos de la sociedad, no porque se tuviera una concepción
superficial, sino porque los paradigmas imperantes no permitían conceptuar que
las mujeres fueran iguales a los hombres, la primer cuestión esgrimida era por
las diferencias físicas y biológicas, que, determinaban el carácter,
comportamiento, etc., de las mujeres y de los hombres. Tampoco aceptaba que
fueron libres, por una concepción todavía más profunda, pues muchas de sus
bases se encuentran en el cristianismo.
Estos aspecto
culturales, impidieron que se llevara a cabo el reconocimiento de las acciones
propias de su sexo realizadas por las mujeres, en cambio se premiaron los actos
de heroísmo, valor, inteligencia, etc.; es decir, de lo que era evidente e
incluso equiparable a lo realizado por los hombres, de ello quedaron huellas
indelebles. Por supuesto los actos que “tenían” que realizarse, actos
cotidianos, como preparar alimentos, zurcir o hacer ropa, curar heridos, cuidar
a los hijos. Acciones que por su misma cotidianidad no eran visibles y sus
huellas podían ser ocultadas fácilmente, porque pasaron a formar parte de la
vida diaria; no fueron recompensados ni reconocidos; en una palabra no
obtuvieron ningún beneficio por su participación en la guerra.
Los estudios sobre la
participación de las mujeres durante las guerras, aun están conformándose y no
sólo se refieren a aquellas mujeres que llegaron a ocupar alguna jerarquía
dentro de la milicia, sino a las mujeres que acompañaban a los hombres como
esposas, amantes, compañeras, etc. Y que además de realizar labores que eran
propias de su sexo, empuñaban las armas, y colaboraban como correos, señuelos,
espías, etc.
[1] Enloe,
Cynthia. “¿Cómo se militariza una lata de sopa?” en La mujeres y las guerras. El papel de las mujeres en las guerras de la
edad antigua a la contemporánea; Icaria Editorial; Barcelona; 2003; p. 365
[2] Mallón,
Florencia. Campesino y Nación, la
construcción de México y Perú
poscoloniales; CIESAS/El Colegio de San Luis/ El Colegio de Michoacán;
México, 2003.
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